En los últimos dos meses, en México se han cerrado casi 10 mil empresas formales, de acuerdo con los datos del Seguro Social.
La cifra de patrones registrados al cierre de mayo por parte del IMSS fue de 997 mil 767 frente al millón 7 mil 751 que teníamos al final de marzo. La reducción fue de 9 mil 984.
Al igual que en el caso de la pérdida de empleos, la magnitud de las bajas de patrones es algo sin precedente en la historia moderna del país y refleja la situación de muchas empresas que han considerado imposible seguir operando.
A la estadística del IMSS, además, hay que sumar a las empresas del sector informal, que eran en marzo alrededor de 1.7 millones. Hasta que tengamos las cifras del segundo trimestre no podremos saber a ciencia cierta qué ocurrió con este grupo. Pero lo más probable es que la caída sea varias veces superior a la que se presentó en el sector formal de la economía. Lamentablemente, la imagen que el presidente de la República tiene de las empresas es que se trata de grandes grupos con cientos o miles de empleados y con un dueño que tiene recursos de sobra.
La realidad es que las empresas del sector formal son en su mayoría pequeñas. Sólo una parte minoritaria es mediana y apenas una minúscula fracción son grandes.
Al no haber existido un programa suficientemente robusto de respaldo al sector productivo, lo que hemos presenciado es este desplome del empleo formal que no se va a recuperar en los siguientes meses.
De acuerdo con la mayoría de los sondeos, se estima que en el mejor de los casos será hasta el año 2022 cuando nuevamente lleguemos al nivel de empleo que teníamos antes de la pandemia.
En algunos sectores de la industria y los servicios, sin embargo, lo que responden los directivos cuando se pregunta cuándo consideran que se recuperará el nivel de empleo previo a la pandemia, la respuesta es: nunca.
A la pérdida de puestos de trabajo derivada de la difícil coyuntura económica debe sumarse la que resulta de los procesos de automatización y digitalización que están impactando cada vez más sectores de la economía.
En la situación ideal lo que debiéramos haber tenido es un Estado apoyando a que las empresas avanzaron en la digitalización al mismo tiempo que ofreciendo a los trabajadores formación que les permita seguir siendo empleables al desarrollar habilidades adecuadas para esta nueva etapa.
En contraste, lo que tuvimos es un apoyo muy escaso tanto para empresas como a trabajadores, pidiéndoles simplemente que subsistan.
En el ahora ya famoso decálogo que el presidente de la República dio a conocer el sábado pasado, aparece sugerida su idea de la economía. Se trata de un hogar en el que es posible tener en su traspatio animales que son utilizados para el autoconsumo.
Reúna usted esta visión con la admiración que ha mostrado a tecnologías como la del trapiche, en donde se utiliza energía animal en la elaboración de azúcar y entenderá por qué no le convence el apoyar a las empresas que, por cierto, están ya mayormente en el sector servicios.
Hay una visión nostálgica de un mundo de pequeños productores de autoconsumo, mayormente asentados en áreas rurales, utilizando tecnologías de baja productividad… pero muy románticas. Junto a ello, se visualizan empresas estatales fuertes y sin competencia, como en las décadas de los 60 o los 70 del siglo pasado, antes de que llegara el 'neoliberalismo'. Ese es el mundo ideal en la mente del presidente.
El pequeño problema que tenemos es que ya no corresponde con la realidad.
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